UNA REFORMA HECHA PARA DESPEDIR
Han transcurrido nueve días desde que se publicó en el B.O.E. el Real Decreto – Ley 3/2012, de 10 de febrero, sobre medidas urgentes para la reforma del mercado laboral.
Después de haber estudiado en profundidad la aludida reforma y de haber asistido a dos seminarios en la que se analizaba la misma, creo estar capacitado para poder sacar alguna conclusión al respecto.
En primer lugar destacar que todos, y digo todos y cada uno de los seis ponentes (magistrados de los juzgados de lo social y catedráticos del derecho de trabajo) que han participado en los seminarios a los que he asistido, han coincidido en calificar como una reforma agresiva contra los derechos de los trabajadores, que no va a generar empleo y que ante todo, está orientada a facilitar el despido.
Como es de esperar en este tipo de actos, personalidades de tan alto nivel, no siempre dicen lo que les gustaría. Han de ser correctos, educados y sobre todo diplomáticos.
Como es de esperar en este tipo de actos, personalidades de tan alto nivel, no siempre dicen lo que les gustaría. Han de ser correctos, educados y sobre todo diplomáticos.
Pero quien suscribe goza de plena libertad para poder, sin dejar de ser educado, para poder repudiar dicha reforma por tratarse de un debate unilateral del Gobierno, impuesta por Merkel,
respaldada por el Banco Central Europeo y escrita por la CEOE.
respaldada por el Banco Central Europeo y escrita por la CEOE.
Esta reforma no se justifica ni por el contexto, ni por las formas y, ni por su contenido. Es una reforma radical, injustificada que tiene como objeto el desmantelamiento progresivo del papel del derecho deltrabajo en nuestras relaciones laborales.
Una reforma que pretende reducir la dualidad del mercado de trabajo, reformando únicamente la contratación estable y no penalizando la temporal.
Una reforma que trata a los perceptores del desempleo como si fueran delincuentes, al introducir la posibilidad de que estos puedan realizar servicios de interés general en beneficio de la comunidad. ¿No os recuerda esto a películas americanas en las que los presos construían carreteras?
Se trata de una reforma que nos arrebata a nosotros, los trabajadores, los derechos que tanto habían costado conseguir, como es la negociación colectiva, la presunción de la improcedencia de los despidos, el control de la autoridad laboral en materia de Expedientes de Regulación de Empleo, el procedimiento en las modificaciones sustanciales de las condiciones de trabajo, el derecho a percibir los preceptivos salarios de tramitación, clausulas de descuelgue salarial sin la necesidad de acreditar pérdidas, etc.
Pero lo más grave no es este coctel de agravios contra los derechos de los trabajadores. Lo verdaderamente preocupante es que desgraciadamente aumentará el número de desempleados.
Esta mañana leí un artículo en el que su autor se preguntaba ¿Para cuando una reforma empresarial? ¿Cuándo tendremos un tejido industrial con productos de alto valor añadido? ¿Cuándo tendremos una estructura empresarial que se base en el talento y en la innovación? ¿Para cuando nuestras empresas dejarán de pensar en reducir los costes laborales?
Mientras tanto, el Gobierno de la nación no hace otra cosa que intentar justificar lo que es injustificable. Y para ello, ¿qué hace? Lo más fácil, arremeter contra el sindicalismo de clase.
Es del todo evidente que en los últimos días se ha orquestado una campaña de desprestigio de los sindicatos mayoritarios. Tratan sino de eliminarlos (no podrían al ser inconstitucional) si de reducirlos a la nada, con el único objetivo de dejar al trabajador frente al poder absoluto del empresario.
Es evidente que los sindicatos como organización tienen sus defectos, pero no más que otras organizaciones económicas, sociales o políticas.
Lo que si que es incuestionable es que la fuerza de los trabajadores, más en tiempos de crisis y desempleo, reside en la unión, en la sindicación de sus intereses, en la defensa conjunta de sus derechos.
Por desgracia el paro es una fuente inagotable para los malos empresarios con el fin de precarizar el empleo y lo es también para los intelectuales a sueldo menos aprensivos para justificar la pérdida de derechos y precarizar el mercado laboral.
La izquierda de todo signo y bandera se unió ayer para que las calles de 57 de nuestras ciudades explosionaran en un rabioso clamor contra la reforma laboral llevada a cabo por la derecha.
Me niego a terminar sin antes, preguntar a los sindicatos de clase ¿Cuándo será la HUELGA GENERAL?
Jacinto Aroca
Jacinto Aroca
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