EL RETORNO DE LA BÍBLIA, EL CRUCIFIJO Y LA MANTILLA ESPAÑOLA

No me cabe la menor duda, que nos encontramos ante una ola de conservadurismo. Los resultados electoral del pasado 22 de mayo, han propiciado el retorno de la Biblia, el crucifijo, la mantilla española y lo peor, la falta de respeto a quienes no comulgamos con determinadas creencias religiosas. Escenario este, propio de otras épocas muy concretas de este país.

Buena prueba de ello, ha sido la jura del recién estrenado presidente de las Cortes Valencianas frente a una Constitución Española, un Estatuto de Autonomía, una Biblia y un crucifijo. El flamante alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, también miembro del PP, terminaba su discurso de toma de posesión con un ejemplar de la Constitución en una mano y una Biblia en la otra.

Más recientemente, en el día de ayer, la presidenta de Castilla-La Mancha, María Dolores de Cospedal, ha defendido en el día del Corpus Christi, que el futuro también se conquista recordando las tradiciones y "haciendo gala de lo que somos, de los que hemos sido y de lo que queremos ser".

Pero lo peor, sin lugar a dudas, fue lo acontecido en la localidad alicantina de Almoradí, cuando María Jesús Pérez de IU, fue injustamente increpada, abucheada e insultada por retirar el crucifijo que presidía la mesa en donde se disponía a prometer su cargo. Es evidente, que quienes incurren en comportamientos como este, no están por la laicidad de nuestro Estado, ni tampoco por el silencio y el respecto que todos los electos democráticos se merecen.

La actitud de Juan Cotino, ha soliviantado a la oposición de izquierdas, quienes han lamentado que la sesión de constitución del Parlamento regional haya estado presidida por un símbolo religioso cuando España es un Estado aconfesional.

Miembro del Opus Dei, Cotino siempre ha estado pendiente de sus relaciones con la jerarquía de la Iglesia católica, con la que mantiene unas relaciones fluidas A él se deben el impulso de las políticas antiabortistas del Consell de Camps.

Sin embargo, lo que ha marcado los últimos años del recorrido político de Cotino han sido los escándalos de Sedesa, el grupo de empresas que dirige su sobrino Vicente. Un grupo empresarial involucrado en la supuesta trama de financiación ilegal del PP destapada con el caso Gürtel y que ha recibido contratos millonarios de la Generalitat con el PP. Con todo este bagaje, Cotino accede a la presidencia de las Cortes.

Juan Cotino debe de jactarse por su hazaña de prepotencia católica y de falta de respeto a las creencias de cada cual. El Parlamento no es suyo; es de todos los ciudadanos demócratas. En todo caso, Les Corts es territorio del César y no de Dios. Pero no debiera él olvidar que Jesús advirtió a sus discípulos de que “la verdad os hará libres”. ¿Por qué no dicen la verdad los amigos de Cotino, y probablemente él, sobre las tramas de corrupción que, con nombres y apellidos, funcionan en Castellón, en Valencia y en Alicante?

En cuanto al nuevo alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, por si su gesto no era captado en su plenitud, susodicho personaje, lo acompañaba con esta memorable frase: “La ley y mis creencias han sido, son y serán mi faro en la vida.

Nada que objetar, si lo que se quiere es ser hermano mayor de la Macarena. Pero tratándose de un alcalde democrático ese colofón retórico no parece muy apropiado porque suscita numerosas dudas. Por ejemplo, ¿por cuál de los dos faros se va a dejar guiar Zoido cuando la ley y sus creencias no coincidan en un mismo haz de luz? Más aún, ¿qué luminoso camino seguirá en el caso de que no sólo no coincidan sino que apunten a direcciones contrarias? ¿Hará caso al faro de ley en virtud de la cual los sevillanos le han hecho alcalde? ¿O al faro de sus creencias como si hubiese sido Dios el que, al igual que hizo con los peces, hubiera multiplicado sus votos? ¿Biblia o Constitución?

Otra duda que suscita ese empeño de algunos políticos en equiparar el respeto a la ley civil y la obediencia a los mandamientos religiosos en su tarea es si, en consecuencia, asumen una doble responsabilidad ante los votantes por su posible incumplimiento. Es decir, está fuera de toda duda que Cotino deba rendir cuentas sobre por qué razón la empresa de geriátricos de la que es presidente su sobrino fue claramente beneficiada con las decisiones que tomó cuando era Conseller de Bienestar Social. Pero ¿puede el ciudadano exigirle que pague también, puesto que promete públicamente su acatamiento, sus faltas como católico? Por ejemplo, cuando en una sesión parlamentaria Cotino responde a una incómoda pregunta de una diputada espetándole algo tan poco cristiano como “si fuera padre sentiría vergüenza de tener una hija como usted pero como probablemente no lo conozca…”, ¿podemos exigirle que dimita, al menos, como miembro del Opus?

Por su parte Cospedal, que lucía mantilla española por las calles toledanas, y traje negro se ha lanzado al ruedo de las vanidades en busca de ese aplauso rancio de esa España tradicional y con olor de sacristía cerrada. Más tarde, explicó que en esta festividad se "tiene la oportunidad de rememorar y vivir profundamente, no solo en el recuerdo sino en la presencia física y espiritual, una tradición tan nuestra como es el Corpus". Cabe recordar que es la primera vez que la Presidenta de una Comunidad Autónoma se viste de luto y mantilla para asistir a una procesión representando a todos sus conciudadanos.

Sra. Cospedal, con semejante espectáculo, me ha quedado del todo claro cual es su ideario religioso, pero ¿cuál es su cual es su ideario político? Lo desconozco. Bueno, no lo conoce nadie, aparte de los clichés tradicionales de la derechona, ahora entregada en cuerpo y alma al neoliberalismo tan grato a los poderosos. No es Cospedal precisamente una ideóloga, por el contrario, una política de brocha gorda, aunque su apariencia física proyecte, a primera vista, una imagen más sosegada y razonable. Lo que le va, sin duda alguna, es meterse en la mêlée, donde se encuentra ciertamente a gusto. Su ideario incluye, eso sí, un eje que se caracteriza casi siempre por acusar gravemente a sus adversarios de delitos sin aportar ninguna prueba. Es decir, que Cospedal políticamente tiende a ser una embustera compulsiva.

Su alocución veraniega desde Marbella, hace dos años proclamando que al PP le constaba que se estaban produciendo escuchas telefónicas ilegales a pesar de “que no tienen nada que ver con los sumarios”. Sostuvo también la colosal falsedad de que España se asemejaba, con el Gobierno socialista, a un Estado policial. Más tarde, acusó al PSOE de Castilla-La Mancha de pagar a detectives que, según señaló, espiaban a los dirigentes populares. Acerca de una cosa y otra, Cospedal no ha podido demostrar ante la justicia que eran verdad.

Sin pruebas, suelta siempre todo aquello que perjudica al Gobierno. En cambio, se ha desgañitado con frecuencia salvando a Francisco Camps y compañía en base a la presunción de inocencia. Presunción de inocencia para los suyos y condena sin pruebas para los socialistas. Éste, pues, es el verdadero referente político de Cospedal con el que nos amenaza ya Rajoy si vence en las generales.

Quiero concluir señalando que el retorno de símbolos religiosos, denotan más que un recuerdo de nuestras tradiciones, una evocación nostálgica del franquismo, cuando en las Cortes españolas, e instituciones públicas y privadas, el crucifijo ocupaba obligatoriamente un lugar de honor.

Cotino, Juan Ignacio Zoido y Cospedal, representan lo mismo. Poseen además el privilegio de mantener una estrecha relación de amistad, con el historiador falaz Luis Suárez, quien no se corta un pelo diciendo que él siente “por la democracia un profundo desprecio” y quien al mismo tiempo sostiene que Francisco Franco, no fue un dictador. Tomemos nota.

Jacinto Aroca