RACISMO, EL DEDO QUE SEÑALA

Los inmigrantes, que han contribuido y contribuyen a la riqueza nacional con su trabajo en sectores despreciados por la población autóctona y también con su vida, en nuestras fuerzas armadas, están siendo señalados como culpables por los mismos que tras una sonrisa y tras haberlos explotado con la complicidad de los que sólo miran su propio ombligo, les dan la patada.

Cuando han perdido el empleo, sufren además la incomprensión de los otros y de los que temen perder también su trabajo, con el agravante y la penalidad de no poder regresar a sus respectivos países por falta de medios.

Son acusados, los que tienen suerte de que sus empresas hayan cotizado por ellos, de percibir las prestaciones a las que tienen derecho. Y solo por ser extranjeros, sobre todo los pobres y diferentes que molestan a la vista, son enfrentados a otros trabajadores que se llaman “españoles” como única excusa.

Lo lamentable es que esos “españoles” de boquilla son incapaces de enfrentarse a los que realmente los explotan y los tiran a la calle sin contemplaciones tras muchos años de servicio al “jefe”. Son los que prefieren tener el coche mejor que el del vecino al precio que sea e ignoran sus propios derechos laborales hasta que ya es demasiado tarde. Entonces echan las culpas a los demás, a los sindicatos, a los partidos, al gobierno...

Esos “patriotas” de nuevo cuño también son los que no ven inconveniente en tener a los “extranjeros pobres” cuidando de sus familiares, a bajo precio, pero no los quieren como vecinos en su finca o en su barriada.

Los inmigrantes son los cabezas de turco, luego se señalará a los pensionistas (ya se hace), a las mujeres (por trabajar), a los sindicatos y a los “rojos” de siempre, como cánceres a extirpar.

Pero también serán los hijos de los inmigrantes los que, a sólo unas décadas, deberán trabajar para sostener a la mitad de la población española ya envejecida, si se cumplen las previsiones demográficas para España y también para el resto de Europa.

Los racistas “económicos” no deberían preocuparse, porque los inmigrantes regresarán a sus hogares o buscarán nuevos lugares donde encontrar trabajo para progresar. En cuanto puedan, como siempre ha sido.

El peligro son los racistas que, con la cruz y la espada, empujan a los que “oyen voces” y “ven la realidad” no más allá de sus narices. Son los que se adueñan de las mentes de los que prefieren ser esclavos... por un plato de lentejas.

El plato está servido por los de siempre, aquí y en el resto de España.