Por la memoría y la dignidad de las mujeres republicanas

Recientemente he tenido el honor de asistir a unas jornadas cuyo objeto era rescatar del olvido y honrar la memoria y la dignidad de las personas que murieron o pasaron por el campo de concentración, y evitar que caigan en el olvido las vidas y los testimonios de los republicanos victimas de la represión franquista.

La voz de los que sufrieron la represión, los estudios históricos, los testimonios recogidos por historiadores, periodistas o familiares de las victimas y la presencia tanto de victimas, como de investigadores o escritores, han hecho de estas jornadas lugar de encuentro y foro de reflexión sobre ese periodo histórico, a través del análisis de unos acontecimientos que fueron silenciado durante muchos años.

De todos los perdedores de la guerra civil española, quien más perdió fueron las mujeres republicanas. Les fueron arrebatados los derechos que habían conseguido durante la Segunda República. Y el bando vencedor se encargó de castigarlas cruel e innecesariamente.

A medida que iban transcurriendo estas jornadas, me fui quedando prendado de las historias de esas mujeres. Me estremecieron los testimonios de algunas de ellas. Con voz desgarradora describieron la miseria y las injusticias que sufrieron muchas mujeres en las cárceles franquistas sufriendo todo tipo de humillaciones.

Muchas de ellas fueron fusiladas, a otras les hacían ingerir a la fuerza aceite de resino, y todas ellas, fueron rapadas al cero. Se violaba en las comisarías, en las cárceles. Cualquier lugar era apropiado para ello. Según ellos, lo hacían para pregonar la hombría de los vencedores y negar la de los vencidos. Toda esta brutalidad fue incitada desde los más altos niveles de poder.

Cabe recordar que el represor sanguinario, cruel y despiadado general Gonzalo Queipo de Llano, quien utilizando la radio como medio de guerra psicológica y el terror como arma de guerra, sentenció “fusilar a los hombres y violar a las mujeres”. Para ello autorizó a todos los ciudadanos a que, cuando se tropezaran con uno de esos “rojos”, lo callaran de un tiro.

Su discurso más habitual era “nuestros valientes legionarios han enseñado a los cobardes de los rojos lo que significa ser hombre, y de paso también a sus mujeres. Esas putas se lo merecen. No se van a librar por muchos que se resistan.

Por primera vez, oí hablar de Vallejo Nájera, psiquiatra. Amigo personal del mayor asesino de nuestra historia moderna y cuyo nombre me producen náuseas. El tal Nájera, fue experto en humillar y aniquilar a estas mujeres que tan solo cometieron el delito de luchar por sus derechos y por la legalidad establecida por la REPÚBLICA.

Este verdugo, sanguinario y atroz personaje, ironizaba sobre la inferioridad mental de las mujeres no afines al régimen franquista. Era frecuente, oírle decir “las peores hijas de puta, son las rojas catalanas”. Afirmaba que las “rojas encarceladas” habían actuado empujadas por el resentimiento y el fracaso social que en las mujeres era más notorio dado su desenfreno sexual. Las machacó, no solo por sus ideas políticas, sino por el hecho de ser mujeres.

Conocer personalmente a algunas de estas mujeres ha sido una experiencia maravillosa y muy enriquecedora para mí. Son un ejemplo de entereza, de valentía y de coherencia. Un modelo a seguir.

No pretendo reabrir heridas, ni sembrar odio ni rencor. Tan solo intento darles voz a esas historias que han tenido que permanecer tanto tiempo silenciadas, primero por la dictadura franquista y luego por una transición que en vez de romper con el régimen anterior, se hizo cómplice de él.

Este artículo está dedicado a todas las mujeres que sufrieron la guerra cruel del fascismo. Unas, por ser militantes izquierdistas, luchadoras por la democracia y las libertades. Otras simplemente por ser de izquierdas, o tener familiares militantes izquierdistas, o simplemente por ser quienes eran.

A todas ellas, a las que murieron fusiladas en las tapias de cementerios, a las que yacen enterradas en fosas comunes en las cunetas de España, a las que murieron de avitaminosis en las cárceles franquistas, a las que tuvieron que exiliarse, a las milicianas que marcharon al frente para defender la República, a las que colaboraron haciendo labores de retaguardia, a las guerrilleras antifranquistas de posguerra o que sirvieron como enlace de la guerrilla, a las madres o esposas de presos republicanos y sobre todo a aquellas cuyo nombre se tragó la historia, aquellas miles de mujeres anónimas de las que nunca se hablará y que tuvieron que sufrir la represión franquista, a todas, va dedicado este trabajo.

Muchas de ellas ya han fallecido, otras pocas siguen entre nosotros. Pero los que sí están y deberían conocer a fondo lo que pasó son sus nietos y biznietos. Mientras que no se explique en los colegios quienes fueron y que hicieron estas mujeres, no podremos dar por superada una etapa de nuestra historia.

“…Las personas no mueren, hasta que se deja de hablar de ellas”

Jacinto Aroca