EL INFIERNO, SI EXISTE

Según la doctrina católica aquellos que niegan el infierno no conocen la palabra de Dios. Se dejan llevar por un mundo que se burla de la realidad. Pero les advierte “os ocurrirá como a los compatriotas de Noé, que se reían mientras él construía el arca para sobrevivir al diluvio”.

Los cristianos practicantes, como es el ejército de jóvenes españoles adoctrinados durante más de año para acompañar a Ratzinger, durante su estancia en Madrid a finales de esta semana, basan su “buena conducta” en el miedo al infierno y no en el amor a su Dios, como sería de esperar.

Señalan que el temor les ayuda evitar todo aquello que les puede causar daño. Aseguran que en momentos de ceguera y debilidad, pensar en el infierno es saludable y provechoso. Bobadas.

Por si esto no fuese suficiente, susodicho personaje, el que lleva más de veinte años ejerciendo de censor de los católicos progresistas a los que acusaba de marxistas, en su lucha contra el pluralismo moral y la modernidad incluye reponer el infierno con mayúsculas. “El infierno, del que se habla poco en estos tiempos existe y es eterno” señaló, contradiciendo con esta aseveración a su antecesor, Juan Pablo II, quien afirmó en su momento que así como el cielo no es “un lugar físico entre las nubes” el infierno tampoco sería un lugar propiamente dicho, sino “la situación de quien se aparta de Dios”.

La pregunta de quién de los dos comediantes tiene razón, aún está en el aire. Nadie sabe la verdad, pero yo pregunto ¿Acaso el bien y el mal, no son conceptos creados por el hombre para poder manipular y controlar las acciones de otros hombres?

Recuerdo que siendo un niño, había un cura en mi barrio llamado Hemeregildo, muy respetado pero nada querido. Quizás fuese debido a que nos hacía aprendernos el catecismo dándonos en las palmas de las manos y en ocasiones en la cabeza con una regla de madera. Nos asustaba afirmando algo parecido a “las llamas eternas del infierno os quemaran como castigo a vuestros pecados” salvo confesión o pago dinerario de bula, claro está.

Pero ¿qué pecado tan horrible podía cometer un niño de siete, ocho o nueve años? ¿haber llegado tarde el domingo a misa? ¿no confesar alguna trastada para evitar que tú padre te castigara?

Pasados los años estoy plenamente convencido de que el infierno si existe. Pero no como me lo hacía ver, con afirmaciones nada razonadas. Al igual que Coral Bravo, afirmo que el infierno en verdad existe y, hago mías, con su permiso, sus palabras.

¿Acaso no es un infierno el sufrido por los 12 millones de seres humanos que perecieron víctimas de la intolerancia fascista de la Alemania nazi? ¿No es un infierno el soportado por los “perdedores” de la guerra civil española, perseguidos física, social, laboral y personalmente durante cuarenta años de dictadura franquista? ¿No es un infierno el genocidio sufrido por el pueblo “tutsi” en Ruanda, víctima, igualmente de la sinrazón y el fanatismo?

¿No fue un infierno que el que vivieron las víctimas del genocidio de la antigua Yugoslavia, en el que, por motivos de “limpieza étnica” se torturaron y asesinaron miles de personas en los años noventa? ¿Ni el que se vivió en la invasión de Irak, donde, por intereses de EEUU y con el apoyo de una corte de vasallos, murieron cerca de un millón de seres humanos?

No puedo concebir mayor infierno que el sufrido por los millones de víctimas que durante siglos fueron torturados y asesinados por la Santa Inquisición , ni puedo evocar peor infierno que el que están sufriendo en la actualidad las decenas de miles de personas que están muriendo por hambruna en Somalia।

Me cuesta horrores concebir el infierno que sufren miles de madres en muchas partes del mundo que ven morir a sus pequeños, no por haberse alejado de Dios, sino por falta de comida y de agua, mientras son conscientes de que en otras partes del mundo algunos ámbitos se ufanan en atesorar impúdicamente poder y riqueza. Debe ser también un infierno considerable la situación de miles de familias que se ven impotentes para salir adelante, acuciadas por la falta de recursos y la usura de la banca.

Efectivamente, creo que el infierno existe realmente, o mejor, muchos infiernos, que no son de otro mundo, sino de éste. Lo que quiero poner en duda es que estos infiernos sean eternos। Quizás acaben algún día cuando la razón y la decencia, la verdadera moral, la tolerancia, la fraternidad y la solidaridad entre los pueblos y las personas lleguen a impregnar felizmente el corazón de la humanidad.

Jacinto Aroca