martes, 4 de mayo de 2010

GARZÓN, EL JUEZ PERSEGUIDO

Treinta y cinco años después de la muerte del Dictador, decenas de miles de personas salieron a la calle el pasado día 24 de abril para manifestarse con el procesamiento del juez de la Audiencia Nacional por su investigación de los crímenes del franquismo y contra la impunidad de los delitos cometidos durante la Guerra Civil y la dictadura. Fueron 21 ciudades españolas y siete extranjeras en las que se oyeron los gritos de apoyo al juez las críticas al Tribunal Supremo.
Es sumamente importante señalar que el juez Garzón ha ejercido una justicia de forma continuada y valiente durante veinte años en la Audiencia Nacional, comprometida con la defensa de los derechos humanos en España y en el mundo contra dictadores, terroristas, corruptos y enemigos de la democracia.
Baltasar Garzón es víctima de una campaña promovida por sectores de extrema derecha, como Falange Española y Manos Limpias entre otros.
El proceso contra Garzón es en realidad un juicio sumario contra los defensores de la Democracia, la Justicia y los Derechos Humanos y a favor de la impunidad de crímenes muy graves de carácter internacional.
No hay que olvidar que Garzón, está siendo juzgado por una sala del Tribunal Supremo en la que la mayoría de sus miembros juraron lealtad al Movimiento Nacional del franquismo.
Quien suscribe no puede entender que la derecha que supo movilizarse por las víctimas del terrorismo etarra, se vuelva contra el juez que persiguió dichos crímenes y que quiere hacer justicia a las víctimas del franquismo.
Todas las víctimas merecen justicia, independientemente de su ideología, por lo que algo no funciona aquí cuando se mide la significación de la víctima por la ideología de quien la recuerda.
La justicia a las víctimas del terror consiste en reparar los daños reparables y hacer memoria de lo irreparable. La justicia a las víctimas del franquismo, se sustancia en algo tan simple como identificar los restos, revisar los juicios sumarísimos que eran una farsa, devolverles su buen nombre y hasta sus bienes.
¿Por qué lo que parece tan de sentido común en el caso del terrorismo etarra no lo es en el del franquismo? ¿Por qué parece tan justo retirar el nombre de una calle dedicada a un etarra y parece un sacrilegio quitar la placa de los caidos por Dios y por España, en el pórtico de una iglesia? Esta doble vara de medir, no anuncia nada bueno para las víctimas.
El proceso contra Garzón, está teniendo el efecto de una piedra lanzada en un estanque que parecía tranquilo. De repente, las aguas mansas se tornan bravas y afloran actitudes que nos devuelven a un pasado maldito que creíamos superado, pero que sólo estaba adormilado. Ha bastado que un juez ose abrir la causa del franquismo para que se disparen las alarmas.
Por su parte el Partido Popular no tiene ninguna intención de bajar la presión sobre el Gobierno en el asunto de las movilizaciones y actos de apoyo a Garzón. Su Secretaria General, Cospedal, llegó a decir que el Ejecutivo pone en riesgo la democracia. Esteban Gonzalez, tildó de radicales las manifestaciones efectuadas el pasado 24 de abril. Mientras tanto, Esperanza Aguirre, sacando su vena integrista y sectaria, calificó a los asistentes a la concentración de apoyo al juez Garzón de aquelarre de carcamales resentidos.
Desde Génova, se insiste en la diferencia entre las manifestaciones del P.P. con las víctimas de ETA y las del franquismo. Nosotros, argumentan, hemos ido a manifestaciones a defender a las víctimas y no a acosar al Supremo. Como guinda final a las declaraciones efectuadas por altos cargos del Partido Popular, es preciso señalar que el líder del P.P. vasco, Basagoiti, fue más lejos y dijo que se están batasunizando los actos a favor de Garzón, por haber demasiada radicalidad.
Y es que en el fondo, a los barandas de la derecha no les gusta que les lleven la contraria. Se ponen de muy mal humor y sacan su perfíl más agresivo. Tienen ese mal carácter, lo traen de serie, está en su ADN. Están tan acostumbrados a dar órdenes que no comparten que haya gente que no comparta su ideario y manifieste sin complejos sus diferencias en el espacio público.
Por suerte, no nos guiamos por la ley del más fuerte, sino por las normas de un estado de derecho. Ya le pasó a Bonaparte Aznar, estadista de las Azores, cuando vociferó con ira contra los manifestantes contrarios a la participación de España en la guerra de Irak. Se quedó muy a gusto con su arenga contra los pancartistas izquiedosos definiéndolos como esos que ladran su rencor por las esquinas.
Las descalificaciones vertidas por dirigentes del P.P. son ofensas que cuestan digerir, ya que en esas manifestaciones, además de personajes públicos, se dieron cita familiares de muchos asesinados y desaparecidos por la opresión de la dictadura.
Éstas, son personas que sufren por la pérdida de sus seres queridos en circunstancias dolorosas, delitos pendientes de juzgar, al menos por la historia. Son víctimas del terrorismo de un estado fascista y su luchas es tan digna y tan oportuna como la de otras muchas víctimas de otras manifestaciones de la barbarie y la sinrazón.
Creo que estamos asistiendo en la actualidad, a un espectáculo nacional impropio de una sociedad democrática, puesto que quienes pudiendo establecer el diálogo, hace tiempo que se instalaron en el no por el no como consigna, no por convicción, lo que conlleva inevitablemente a pensar, que efectivamente lo único que pretende esta chusma es el enfrentamiento total con vuelta al pasado.
Como bien dijo recientemente Santiago Carrillo el Partido Popular ha llegado a un extremo en el que puede convertirse en un peligro para la democracia.
Señores, Franco ya se murió, y aunque aún queden muchos fascistas sueltos y reagrupados, lo que se hace del todo necesario en nuestro territorio es que todas las fuerzas de izquierda ante este infame atropello, se unan de manera indisoluble y con una sola voz pero elevada a su máxima altura, se exija el cumplimiento de la Ley.
Este proceso, vuelve a demostrar la necesidad de la Justicia Internacional, incluso España, el país que intentó procesar al dictador Pinochet, es incapaz de juzgar su propia dictadura. y quien lo intenta, es juzgado por ello.

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